viernes, 12 de marzo de 2010

Antropología del crimen


Antropología del crimen



Escribe: Julio F. Zevallos Yana - juliozeya@gmail.com


Estas dos últimas semanas se dio mucho interés a las noticias de gran relevancia que tuvieron a nivel nacional como las que fue la hija que asesinó a la madre en la ciudad de Lima, o en todo caso, ubicándonos mas en el ámbito local, el primo homicida que tuvo la frialdad de narrar como es que perpetró el crimen contra sus dos menos primos. Todos los medios tanto televisivos, como los medios escritos, dieron grandes titulares de los hechos delictivos, que lógicamente son crímenes atroces, imperdonables y que, mucho de los lectores, dirán que monstruosidad y como tal merecen sufrir los mismos hechos y talvez peor. Sin embargo, hemos olvidado preguntarnos cuál o cuáles fueron lo móviles, las causas que llevaron a cometer tal horrendos crímenes, más allá de tornarlo y calificarlo como atroces y por supuesto fuera de las normas sociales y jurídicas.


Hace un tiempo atrás, Tomas Hobbes indicaba que el hombre es por naturaleza delincuente, que lo llevaba en su sangre o ADN, podríamos decir; mas tarde Rousseau, en su obra El Contrato Social, mencionaba que la sociedad crea al delincuente y como tal, la madre de los monstruos antisociales que transgrede el orden social, es la sociedad y, como cualquier madre, brindaba los medios necesarios para poder facilitar el crimen, por último, Lacassagne, tomó posturas más críticas con su frase célebre “las sociedades tiene los delincuentes que merecen”.


Todo esto nos hace reflexionar en torno a los sucesos acaecidos, hace una década o tal vez más, era disminuido este tipo de problemas, pero hoy vemos que estamos o queremos competir con las grandes metrópolis internacionales donde la vida se vuelve cada día en un amanecer darwiniano, es decir, donde el control social escapa de las manos del Estado, y es justamente donde se deben fortalecer con mayor ímpetu los controles informales como la familia, que desde el punto de vista antropológico supone relaciones ente los padres e hijos, pues es un agente de socialización, de trasmisión de valores; o la educación, (escuelas, universidades, etc) que emite mensajes que deben de aprenderse, por lo cual se constituye el pilar de la formación; y, entre otros, que permitan marcar un norte y evitar delitos que atormenten a la sociedad. Empecemos ahora para no tener que lamentarnos en el hogaño.


Pero, cuando lamentablemente estos medios de control informal tienen resultados negativos tiende a fallar, entra a tallar el Estado sancionador, para que no vuelvan a cometerse hechos delictivos, por ello debemos estar atentos a los problemas que pasan dentro de las familias, escuelas, partidos políticos, etc, pues vienen a ser “culturas inmateriales” o superestructura como los antropólogos sociales los denominamos y, tiene gran importancia tomarlo en consideración ya que es fundamental en el comportamiento social del ser humano, conste que, el hombre en el transcurso de socialización, encuentra en la sociedad modelos de conducta social a los cuales ceñirse, costumbres, normas morales, concepciones religiosas, normas jurídicas de los cuales, como dijimos, puede o no respetarlas.


Entonces habrá que preguntarse si al individuo que violó las normas socio-jurídicas tendremos que castigársele “por lo que hizo o por lo que es”
Por imperio de ley, al infractor no se le va dar un recompensa por lo que hizo, ni mucho menos felicitar, como es de ley, se le tendrá que imponer una pena, un castigo, pero que esto nos lleve a reflexionar y más que todo a aquellas personas que cuentan con familia, que se tiene que estar atento a las actitudes que van tomando los hijos durante el desarrollo, más aún cuando están en plena adolescencia, ya que es el momento en donde necesitan la atención y comprensión de los padres, no juzguemos los hechos en el momento en que pasó, sino primero veamos las causas que lo llevaron a delinquir de tal o cual manera. Con ello no estoy justificando o pidiendo clemencia a los hechos cometidos por las personas que alteran el orden social, simplemente de entender a la sociedad que tenemos.


Lamentablemente la sociedad debe proteger a los delincuentes, no podemos decapitarlos ni ahorcarlos, y no nos es dado deportar, solo nos queda la privación de la libertad (tiempo determinado). Pues no estamos en una época positivista lombrosiana en donde al autor de un crimen se le podía detectar por ciertas características fisiológicas, de esa manera poder prevenir los crímenes ¿se imagina usted cuan llenos estarías los centros penitenciarios?. Lo único que nos queda es recuperarlos y dejar de lado el indicador de inocuización.


Para finalizar, todo hecho criminoso, tiene como consecuencia jurídica una pena, pero no olvidemos que el fin de la pena no es atormentar y afligir un ente sensible, ni mucho menos deshacer un delito ya cometido, el fin es impedir que en el futuro éste individuo antisocial, vuelva a causar nuevos daños o lesionar bienes jurídicos, como la vida de las personas, y retraer a los demás actores individuales de la sociedad a la comisión de otros hechos iguales. No olvidemos que la cárcel viene a ser una subcultura en donde se encuentran hábitos, normas, costumbres, etc., que se tiene que respetar, la prisionización debe tratar de devolver al individuo como alguien “nuevo”.


Finalmente agradecer al Doctor Vicente Alanoca, docente de Antropología d la UNA-Puno, que con sus opiniones y sugerencias siempre llevamos un diálogo enriquecedor cada día, y una preocupación constante por nuestra sociedad que cada día se torna más insegura pero no inmodificable.


Bibliografía consultada:- Foucault, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. edit. Siglo XXI. Bs. As. 2002.- Silva Santisteban, Fernando. El primate responsable. Antropobiología de la conducta. edit. del Congreso de la República del Perú. Lima 2005.- Solís Espinoza, Alejandro. Criminología. edit. Eddili. Lima 1984.- Villavicencio Terreros, Felipe. Introducción a la criminología. edit. Grijley. Lima 1997.

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